Velázquez, Zurbarán o El Lazarillo de Tormes. Son múltiples las referencias del Arte y la Literatura a la importancia del pan como alimento básico para el sustento diario. Incluso la Historia hace guiños tragicómicos a la capacidad de una masa crujiente para, valga la redundancia, amansar a la masa. Lo saben María Antonieta o incluso el propio Nikita Khruschev, que ‘inventó’ un tipo de pan inflado con aire para alimentar a los hambrientos campesinos de la Unión Soviética.
Historia, Arte y Alimentación se dan la mano constantemente a lo largo del tiempo. En la segunda década del siglo XXI, otros conceptos aparecen con fuerza en esta tierna fórmula de felicidad que diariamente se recombina en los obradores de todo el mundo. Me refiero, por ejemplo, a la innovación, la calidad y, si me lo permiten los lectores del blog, a otro ingrediente fundamental: hablo de la inteligencia emocional, de la capacidad de entender y trabajar con los sentimientos propios y ajenos. Este concepto me lo sugiere el excepcional trabajo de Daniel Jordá, un panadero que consigue que un hecho cotidiano –comer pan- se convierta en un acontecimiento extraordinario.
Conocí a Daniel en Bijoux à Manger Gold Edition, un fabuloso escaparate de tendencias en las que el oro comestible empatizó con las creaciones de este maestro del obrador. Más allá de las distintas variantes de las que hace uso el panadero catalán, me llamó poderosamente la atención el estado de ánimo que generan sus panes creativos. ¿Por qué digo esto? Porque no deja de sorprender que, durante mucho tiempo, los gastrónomos no hayamos hecho excesivo caso a la importancia de degustar un pan que conectara con los platos que consumíamos. Quizá hemos cargado demasiado las tintas en el maridaje entre el vino y la comida, pero…, ¿cómo hemos ‘casado’ el alimento más básico con los alimentos más sofisticados? Probablemente, ni lo hayamos pensado. Daniel me hizo reflexionar sobre esta cuestión al conocer sus creaciones de panes creativos con cerveza negra, chocolate blanco o naranja, entre otros. Para los seguidores de este blog, calma, también maridamos pan y oro comestible. Después de disfrutarlo, sigo con la misma idea: el panadero de La Trinidad es un auténtico maestro. Consigue que el alimento más básico de nuestra cesta de la compra se convierta en un puñado de emociones. Desde Oro Comestible le animamos a seguir agitando nuestros sentimientos.
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